martes, 12 de enero de 2010

¿Qué papel singular cumple Jesús?


Mucho antes de que Jesús naciera, la Biblia predijo la llegada del enviado de Dios, el llamado Mesías o Cristo. Los títulos Mesías (derivado de una palabra hebrea) y Cristo (derivado de una palabra griega) significan “Ungido”. De modo que el enviado prometido sería ungido, es decir, nombrado por Dios para ocupar una posición especial. En otros capítulos de este libro veremos con más detalle que el Mesías tiene un importantísimo papel en el cumplimiento de las promesas divinas. También veremos que Jesús puede bendecirnos incluso hoy en día. Seguramente, ya antes de que Jesús naciera, muchas personas se preguntaban: “¿Quién será el Mesías?”.

En el siglo primero de nuestra era, los discípulos de Jesús de Nazaret estaban totalmente convencidos de que él era el Mesías predicho (Juan 1:41). Uno de ellos, Simón Pedro, le dijo sin rodeos: “Tú eres el Cristo” (Mateo 16:16). Ahora bien, ¿por qué estaban tan seguros aquellos discípulos de que Jesús era en verdad el Mesías prometido? ¿Y por qué podemos estar seguros nosotros?

Los profetas de Dios que vivieron antes que Jesús predijeron muchos detalles que ayudarían a identificar al Mesías. Por poner una comparación: suponga que usted tuviera que ir a buscar a un desconocido a una concurrida estación de autobuses o de trenes, o a un aeropuerto. ¿Verdad que le vendría bien conocer algunas características de la persona? Pues bien, mediante los profetas bíblicos, Jehová dio una descripción bastante detallada de lo que haría el Mesías y de las cosas que le sucederían. De este modo, las personas fieles podrían reconocerlo sin ninguna duda cuando vieran cumplirse todas esas profecías.

Veamos un par de ejemplos. El primero es el siguiente: más de setecientos años antes de que ocurriera, el profeta Miqueas predijo que el enviado prometido nacería en Belén, un pequeño pueblo de la tierra de Judá (Miqueas 5:2). Pues bien, ¿dónde nació Jesús? Justo en ese lugar (Mateo 2:1, 3-9). El segundo ejemplo es la profecía de Daniel 9:25, que con muchos siglos de antelación permitía calcular el año exacto en que se presentaría el Mesías: el año 29 de nuestra era. El cumplimiento de estas y otras profecías demuestra que Jesús era el Mesías prometido.

A finales del año 29 se demostró aún más claramente que Jesús era el Mesías. Fue entonces cuando él le pidió a Juan el Bautista que lo bautizara en el río Jordán. Jehová había prometido a Juan que le daría una señal para que pudiera reconocer al Mesías, y se la dio en el bautismo de Jesús. La Biblia relata: “Después que Jesús fue bautizado, inmediatamente salió del agua; y, ¡mire!, los cielos se abrieron, y él vio descender como paloma el espíritu de Dios que venía sobre él. ¡Mire! También hubo una voz desde los cielos que decía: ‘Este es mi Hijo, el amado, a quien he aprobado’” (Mateo 3:16, 17). Cuando Juan vio y escuchó aquello, no tuvo ninguna duda de que Jesús era el enviado de Dios (Juan 1:32-34). Aquel día, cuando el espíritu santo —es decir, la fuerza activa de Dios— se derramó sobre él, Jesús llegó a ser el Mesías, o Cristo, la persona elegida para ser Caudillo y Rey (Isaías 55:4).

Las profecías bíblicas que se han cumplido y el testimonio que Jehová mismo dio prueban claramente que Jesús era el Mesías prometido. Pero la Biblia contesta otras dos preguntas importantes sobre Jesucristo: de dónde vino y qué clase de persona fue.

martes, 5 de enero de 2010

¿Qué implica seguir a Cristo?


Sin duda, centenares de millones de personas piensan que han aceptado la invitación de Cristo, pues, al fin y al cabo, se llaman cristianas. Tal vez sigan en la religión en la que los bautizaron sus padres. O incluso afirmen amar a Cristo y haberlo aceptado como su Salvador personal. Pero ¿son necesariamente seguidores de Cristo? ¿Es a eso a lo que se refería Jesús con la invitación a seguirlo? La verdad es que se refería a mucho más.

Pensemos en las naciones de la cristiandad, cuyos ciudadanos afirman en su mayoría ser discípulos de Cristo. ¿Siguen las enseñanzas de Jesús? ¿O vemos en ellas el mismo odio, opresión, delincuencia e injusticia que en el resto del mundo? El respetado maestro hindú Gandhi dijo en cierta ocasión: “No sé de nadie que haya hecho más por la humanidad que Jesús. De hecho, no encuentro nada malo en el cristianismo”. Pero entonces añadió: “El problema está en ustedes los cristianos, pues no viven en conformidad con lo que enseñan”.

Jesús señaló que no se reconocería a sus verdaderos discípulos solo porque afirmaran seguirlo o ser cristianos, sino principalmente por sus actos. Así, aseguró en cierta ocasión: “No todo el que me dice: ‘Señor, Señor’, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7:21). ¿Por qué son tantas las personas que afirman tener a Jesús por Señor, pero luego no hacen la voluntad de Su Padre? Por lo general, porque les pasa igual que al joven y acaudalado gobernante. Hay “una cosa [que les] falta”: no aman con toda el alma ni a Jesús ni a su Padre, quien lo envió.

Pero ¿por qué decimos eso? ¿Acaso no hay millones de feligreses en la cristiandad que aseguran amar a Cristo? Así es. Sin embargo, el amor a Jesús y a Jehová no debe quedarse en simples afirmaciones. Cristo dijo: “Si alguien me ama, observará mi palabra” (Juan 14:23). Y hablando como pastor, señaló: “Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen” (Juan 10:27). Como vemos, el auténtico amor a Cristo no se demuestra tan solo con los sentimientos y palabras, sino también con las acciones.

Ahora bien, nuestros actos no surgen de la nada. Son un reflejo de cómo somos en nuestro interior. Por eso, es ahí donde debemos poner manos a la obra. Jesús dijo: “Esto significa vida eterna, el que estén adquiriendo conocimiento de ti, el único Dios verdadero, y de aquel a quien tú enviaste, Jesucristo” (Juan 17:3). Si va acompañado de meditación, el conocimiento exacto acerca de Jesús influirá en nuestro corazón. Con cada día que pase, amaremos más y más a Cristo, y mayor será nuestro deseo de seguirlo de continuo.

Ese es, precisamente, el objetivo de este libro. No pretende hacer un resumen completo de la vida y ministerio de Jesús, sino, más bien, ayudarnos a entender con más claridad cómo podemos seguirlo. Se ha preparado para que nos miremos en el espejo de las Escrituras y nos preguntemos: “¿De verdad estoy siguiendo a Jesús?” (Santiago 1:23-25). Es posible que el lector se considere desde hace mucho tiempo una oveja que sigue al Pastor Excelente. No obstante, ¿verdad que siempre podemos mejorar en algo? La Biblia nos hace esta exhortación: “Sigan poniéndose a prueba para ver si están en la fe, sigan dando prueba de lo que ustedes mismos son” (2 Corintios 13:5). Bien vale la pena que nos aseguremos de estar aceptando la guía del amoroso Pastor Excelente, Jesús, a cuyo cuidado nos ha encomendado Jehová.